Los dirigentes y sus épocas
El desembarco de Macri en el club más popular del país se dio en medio de un clima aspiracional que celebraba el éxito de un empresario blanco y de ojos celestes; donde la paridad cambiaria entre el peso y el dólar creó la ilusión de una llegada al Primer Mundo; sumado al paradigma de la eficiencia empresarial por sobre la obsolescencia y corrupción del Estado y lo público. Macri llegaba a Boca buscando ser el exponente de un nuevo modelo de dirigente, que debía tener un importante respaldo patrimonial para poder presentarse a elecciones y conducir un club. Se desplazaban los criterios de idoneidad y pertenencia para ubicar en primer lugar la disponibilidad de dinero. Buscaba producir un sentido común que indicaba que si los bienes del dirigente estaban en peligro, éste no tomaría decisiones que afectaran la economía de la institución. Y para que eso no ocurriera, los clubes tendrían que estar ordenados en sus gastos. Por ejemplo, estableciendo topes a los pedidos salariales de los jugadores. A eso Macri lo llamó una “filosofía ordenancista”. Hombres de fortuna habían llegado a la conducción del club, pero ninguno pretendió cercenar el derecho a ser elegido como lo hizo quien sería años después presidente de la Argentina.
Esta nueva modalidad que se buscaba imponer iba de la mano con un objetivo de reestablecer jerarquías. El macrismo se propuso edificar un Boca hegemónico, y en gran medida lo logró a fuerza de triunfos deportivos descollantes durante buena parte de su gestión. Pero seguramente no imaginó que desde las entrañas de ese modelo que se exhibía como virtuoso empezaría a anidar un contrarelato. El eslabón perdido del plebeyismo bostero se condensó en una figura que cobraría cada vez más centralidad. Esa figura, la mayor de once hermanos y hermanas, nació en un barrio humilde de Don Torcuato un día antes de que Argentina saliera campeona del Mundo por primera vez. Fundamental en el campo de juego, sería el cerebro futbolístico del equipo que ganó todo bajo la dirección técnica de Carlos Bianchi. Ingobernable y de bajo perfil, generaría símbolos que luego serían replicados en otras latitudes, en otros campos de juego, con otros protagonistas inspirados en su espíritu contestatario. Respaldada por el amor de la hinchada, soportaría varias operaciones de dirigentes que buscaban desgastarla. Consciente de que no tendría lugar en la narrativa oficial diseñada por el macrismo, se lanzó a construir su propia historia. Después de dejar el fútbol, decidió volver al club para ser dirigente y enfrentar a quienes no habían permitido que se retirara con la camiseta del club del que era ídolo. Esa figura no es otra que la de Juan Román Riquelme.
En su voluminosa Historia de Boca Juniors, el Dr. Horacio Rosati, miembro de la Corte Suprema desde el año 2016, propone pensar en el jugador más influyente de la historia del club. Esa cualidad estaría marcada por aquel jugador que “ha sido capaz de ejercer un predominio o una fuerza moral sobre sus pares, no sólo sobre sus compañeros de equipo, sino también sobre los futbolistas de otros clubes; ha contribuido decisivamente al logro de éxitos en una época particularmente exitosa del club y ha inspirado o ha comunicado algún efecto o don”. La influencia no se reduce al campo de las cualidades futbolísticas, sino que se amplifica a valores que trascienden el desarrollo del juego, como la ascendencia sobre compañeros y rivales. Ese prestigio ganado dentro y fuera de la cancha fue el principal capital que Riquelme empleó para antagonizar con sus adversarios. Fue el jugador más importante durante la etapa futbolísticamente más exitosa de la historia de Boca. Con ese bagaje le alcanzó para enfrentarse y vencer al macrismo tanto en el termómetro que marca la calle como en el plano electoral.

Elizabeth Jelin es una socióloga que propone pensar a las memorias a partir de las construcciones de sentido que desde el presente le damos al pasado, que cambian a lo largo del tiempo y son diferentes para distintos grupos sociales. Ese sentido que le damos al pasado, cuando se trata de memorias públicas, es en función de un horizonte de futuro. Pasado, presente y futuro se condensan en un momento. La coyuntura existente en un determinado presente va a modificar el sentido que le demos al pasado, qué vamos a rescatar y qué vamos a silenciar u olvidar. Por lo tanto, los sentidos que le otorgamos al pasado nunca están resueltos, sino que constituyen un campo en disputa.
Las decisiones que tomó Macri fueron diseñadas en un contexto de época que habilitaba una relectura del pasado de la institución y una intervención en aquel presente de mediados de la década del noventa con vistas a un futuro que dejara atrás las particularidades de un barrio como La Boca. Macri imaginó un club europeizado, hegemónico, desligado del olor barrial, del barro, de la identidad bostera, para convertirlo en una marca a ser comercializada a nivel internacional, desplazando su función social y el vínculo con la comunidad. El éxito deportivo legitimó y reforzó esta orientación. Los intentos posteriores de jubilar la cancha de Boca y construir a pocos metros un nuevo estadio-shopping financiado por capitales internacionales profundizaron este rumbo con la decisión de borrar la singularidad de la Bombonera, mimetizada con un barrio denso y abigarrado como La Boca. Mientras las vueltas olímpicas se sucedían, fue incorporando formas mercantiles como el fondo común de inversión para comprar y vender jugadores, la tercerización de la gestión del merchandising y un intento de gerenciamiento a cargo de la empresa multinacional ISL. Al mismo tiempo, los éxitos deportivos fueron de la mano con la gestación y desarrollo de lo que después sería el PRO, partido que Macri empezó a diseñar en 2001 y con el que se lanzó al ruedo electoral en la campaña por la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires en 2003. La ligazón entre el partido de color amarillo, el empresario y el club se hizo cada vez más pronunciada.
¿Por qué se había relegado el vínculo con el barrio y su entramado comunitario? ¿Por qué se había abandonado la vida social del club, los deportes amateurs, para concentrar todo en el fútbol profesional? ¿Por qué se pretendía mudar la cancha de Boca para construir en las proximidades un nuevo estadio con estándares internacionales pero sin el aura de la Bombonera?
¿Por qué se habían fusionado los intereses del club con los de un partido político?
La irrupción de Riquelme en la arena política de Boca Juniors, quien desde diciembre de 2023 se convirtió en el 35º presidente de la institución, actualizó la pregunta por la identidad del club, en medio de disputas por el pasado y la imaginación de posibles futuros.